martes, 19 de mayo de 2009

La tormenta




¡Ponle voz a ese silencio que gritas con tus ojos bien abiertos!
Me siento intranquilo, desnudo ante mi realidad, atado de manos y pies, cansado ya de intentar safarme de las cadenas que hieren a profundidad mis extremidades.

No puedo solo, estoy tan confundido por el pasado que apenas recuerdo el presente y olvido el futuro.

Pero eres la brisa que dispersa la nube, que cicatriza mis heridas y no he sabido valorarte. Ya no está en ti pues me tendiste una mano firme y afectuosa. Queda en mí recuperar tu corazón pero ¿dónde estás oh luz que iluminaste sus ojos para mí después de tanta soledad y carencias?

Vuelvo a tener miedo de mostrarme como soy pues temo recibir de nuevo el rechazo. ¡Estigma maldito de mi antiguo pecado, márchate de mí, disipa de una vez la tormenta que no puedo navegar estando solo.

Empiezo a vaciarme de aliento y vida, se escapan sin control los últimos respiros y ya empieza a sentirse un corazón pesado y hermetizado al cariño y a la bondad.

Ten piedad de mí oh Dios, que la muerte del alma en vida es la pena más grande que no quiero volver a sufrir.

Perdóname...

No hay comentarios:

Publicar un comentario